Las buenas prácticas ganaderas (BPG) se refieren a todas las acciones involucradas en la producción primaria de la ganadería bovina, encaminadas al aseguramiento de la inocuidad de los alimentos, carne y leche, producidos en la finca; a la protección del medio ambiente y de las personas que trabajan en la explotación17. Así mismo, todas estas acciones deben coadyuvar a elevar la productividad y la rentabilidad por unidad de área del sistema de producción, a efectos de contribuir a mejorar las condiciones de vida de las familias. Afortunadamente, para los fines antes mencionados, hoy en día existe disponibilidad de tecnologías validadas que tienen impactos altamente positivos sobre la productividad animal (leche y/o ganancia de peso vivo), el mejoramiento de los ingresos de las familias rurales y la mitigación de gases de efecto invernadero (GEI)18. Los GEI son responsables del calentamiento global, que a su vez provoca el cambio climático que afecta el desempeño de la agricultura y la ganadería a través de prolongadas sequías e inundaciones, y cambios en los patrones de distribución e intensidad de las lluvias, entre otros aspectos. En las secciones siguientes del presente manual se hace referencia a algunas buenas prácticas para el desarrollo de una ganadería bovina sostenible en el país, mismas que, mediante un análisis previo, han mostrado tener una adecuada relación beneficio/costo para el productor ganadero y, por tanto, presentan una alta viabilidad económica y financiera para ser incorporadas en las fincas, ya sea con fondos propios, con fondos del Estado19 o con fondos provenientes de un crédito; este último, ojalá ofertado por el sistema bancario y financiero nacional bajo el concepto de “crédito verde”, es decir, en condiciones favorables de tasa de interés, período de gracia y período de amortización del capital que estimulen a los productores para que estas prácticas sean incorporadas en las fincas.
Estas prácticas son:
• Cosecha de agua por medio de aguadas
mejoradas para suministro al ganado
• Pastos mejorados y su manejo bajo pastoreo rotacional intensivo
• Cercas vivas
• Árboles dispersos en potrero
• Bancos forrajeros proteicos: manejados
bajo corte o silvopastoreo
• Bancos forrajeros energéticos
• El ensilaje
• Gestión o manejo del estiércol: compostaje y biodigestores
Para cada buena práctica ganadera (BPG) se describe en qué consiste, por qué y para qué implementarla, cómo implementarla a nivel de finca, y cuáles son los factores que pudieran limitar o favorecer dicha implementación. De este “menú” de BPG, cada productor incorporará en su finca aquellas prácticas que sean de su prioridad e interés, ojalá partiendo de un diagnóstico de situación de la finca.
El propósito es contribuir a la gestión del conocimiento a través de proporcionar a técnicos públicos y privados las bases para transferir tecnología y capacitar a los productores, hombres y mujeres dedicados a la ganadería bovina, en cómo pasar gradualmente de una ganadería tradicional extensiva a una ganadería intensiva sostenible, amigable con el ambiente; mejorando siempre los ingresos en el ámbito de la unidad productiva o finca, y la familia.
Como ya se indicó, este conjunto de buenas prácticas ganaderas no sólo muestran una relación beneficio/costo favorable al productor ganadero, sino también tienen un alto impacto sobre la sostenibilidad de la actividad ganadera en el país; al contribuir con un impacto importante y muy positivo, ya sea por la vía de la adaptación o incrementar la resiliencia de la ganadería a los efectos del cambio climático, o bien, por la vía de la mitigación de GEI y/o la reducción de la intensidad de la emisión de GEI por unidad de producto animal (litro de leche o kilo de carne).
Es importante tener en cuenta que la aplicación de las buenas prácticas aquí descritas varía entre regiones ganaderas del país y entre fincas de una misma región.
Por tanto, el productor ganadero deberá escoger dentro del menú propuesto, aquellas buenas prácticas que, conforme la situación actual del sistema de producción (diagnóstico), sean las que más le convienen y que además, está en capacidad de implementar, ya sea con fondos propios, con fondos de incentivos del gobierno (sistemas agroforestales y silvopastoriles de la Ley Probosque, por ejemplo); o bien mediante la obtención de un crédito, ojalá ofertado bajo condiciones que se adapten al ciclo de inversión en ganadería, es decir, al tiempo que transcurre entre el momento de hacer la inversión y el momento en que se inicia el retorno de beneficios derivados de esa inversión en la finca.
Lo anterior derivado de que cada inversión, según su tipo, comienza a impactar en los ingresos del sistema de producción en diferente tiempo después de su implementación.
Por ejemplo, la compra de una novilla de alta genética y preñada, impacta casi de inmediato al parir y comenzar a ordeñarse; mientras que en el caso de la inversión en árboles, según sea la modalidad silvopastoril adoptada (cercas vivas, árboles en potreros, silvopastoreo), los beneficios monetarios pueden tardar varios años.